jueves, 20 de agosto de 2009

Amar y curar con las Manos.


Cuando nuestro antepasado común, el homo erectus, liberó las manos y empezó a caminar exclusivamente sobre la planta de los pies, se produjo un enorme salto evolutivo. Las manos no sólo empezaron a fabricar herramientas y armas, sino que también iniciaron un largo aprendizaje para comunicar, para dar y recibir, para acariciar y amar.

El lenguaje ha ido acumulando expresiones que ponen de relieve la importancia que atribuimos a las manos. La deferencia y la confianza pueden expresarse "dando la mano", el compañerismo, "echando una mano" y la solidaridad, "trabajando mano a mano". Si queremos pasar del discurso a la acción, nos ponemos "manos a la obra". De alguien muy expresivo decimos que "habla con las manos" y de la persona con la que podemos contar afirmamos que "siempre está a mano". El novio decidido a cerrar su compromiso amoroso "pide la mano" de su prometida, como símbolo que representa la totalidad de la persona.
Las manos crean belleza en un cuadro o moldean con perfección la arcilla del alfarero, acarician las cuerdas de una guitarra sacándola de su silencio, siembran la semilla y recogen sus frutos, dan una palmada amiga o un empujón salvador, curan y cuidan al enfermo, acogen al recién nacido y cierran los ojos del moribundo. Todas ellas son maneras de crear amor, de expresar amor, de amar por las buenas. Creamos nuestro universo con el pensamiento y la palabra, con las manos lo recreamos y lo mimamos cada día.

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